miércoles, 20 de enero de 2010
domingo, 10 de enero de 2010
XI
Enfundada en su gorro y traspapelada entre pequeños copos de nieve, redondos y pequeños como sus lunares, me di cuenta de que ella era mi seguro de supervivencia, que mientras ella existiera a mi lado nada malo ocurriría. Y me di cuenta también de que la iba a necesitar a mi lado cada segundo que me restara de vida, que necesitaría comprobar que sus latidos seguían ahí, escondidos en mi puño y disueltos en cada suspiro que llevara su nombre, que necesitaría sentir sus mordiscos en el hombro y sus gemidos entrecortados en todos y cada uno de los polvos que echáramos entre película y película, que necesitaría seguir haciendo planes de futuro encroquetadas en cierta manta amarilla discutiendo sobre quién quiere más a quién, que necesitaría todos esos abrazos que nos rompen las costillas, seguir yendo a parques nevados y vacíos donde los besos se vuelven mágicos, enfundar su mano en mi guante para que no se congele, romperla a besos en cada esquina que se preste a abrazarnos...
Me di cuenta de que estaba destinada a querer a su corazón, a su rojo corazón, por y para siempre.
Porque lo hemos superado con creces nena...
Cuatrocientos veinte mil besos
http://www.youtube.com/watch?v=rAboI_FrwUg
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